domingo, 20 de junio de 2010

Golpeando las puertas del cielo


Por Marcos Moraga Lovera / La Nación Domingo
El autor luso, que murió el viernes, revistió su rostro frágil con la fiereza de sus causas. Lanzó piedras a los vitrales de la Iglesia, empuñó un clavel contra la dictadura portuguesa, también la chilena y miró escéptico los laureles de la Academia Sueca. Y se fue sin transar, con el barba entre ceja y ceja.

Debe estar pidiendo explicaciones. Por el millón 700 mil de muertos, más o menos, que se cuentan en las historias de la Biblia. O porque el mismo conservador que lo vetó para el Premio Literario Europeo y provocó su autoexilio a la isla de Lanzarote, Aníbal Covaco Silva, hoy es Presidente de Portugal y dirige sus homenajes. O porque el juez Baltasar Garzón -el mismo que lo hizo saltar de alegría por procesar a Pinochet- fue suspendido de sus funciones.

O estará reclamando por su infancia pobre en localidad de Azinhaga, recobrada en “Las pequeñas memorias” (2007, Alfaguara). Días a cargo de los abuelos maternos, quienes empeñaban sus frazadas cada vez que llegaba el invierno por algunas monedas.

Ancianos obligados a -pero también, gozosos de- compartir cama con sus lechones flacos. Debe estar enfadado por su único hermano, Francisco, muerto por neumonía meses después de que los niños de Sousa se trasladaran a Lisboa.

O por el abuelo Jerónimo, quien al final de sus días exhaló la vida abrazado a un árbol del huerto. O porque la muerte no lo dejó terminar su libro sobre el tráfico de armas, donde volvía a proponer una ruptura mundial: ¿qué pasaría si los obreros de la industria armamentista se votaran a huelga?

En cambio, Alfaguara sacará a la calle “José Saramago en sus palabras”, autorretrato del escritor desde sus entrevistas y conferencias.

Por todo eso y más, el Premio Nobel portugués, José Saramago (1922, Azinhaga), debería estar golpeando la mesa en la otra vida, tras su muerte acaecida el viernes en su casa de Lanzarote, Islas Canarias, a causa de una leucemia. El problema es que, de acuerdo a su propio evangelio, al otro lado no hay nada ni nadie a quien exigir respuestas.

HASTA EL DÍA DEL NÓBEL

Saramago fue un autor tardío. Se educó como mecánico, trabajó como cerrajero. Probó a los 23 años con “Tierra de pecado” y colgó la pluma por tres décadas, para volver con “Manual de pintura y caligrafía” en 1977. El luso siempre gozó con la paradoja que lo devolvió a la novela: la dictadura de Salazar lo expulsó de su puesto, cobrándole su participación activa en “La revolución de los claveles” y su pública adhesión al Partido Comunista.

En 1982 reclamó su puesto en la plana mayor de la literatura universal con “Memorial del convento”, y un año más tarde con “El año de la muerte de Ricardo Reis”.

Desde ese puesto continuó atacando al magisterio de la globalización, a la que consideraba “un nuevo totalitarismo”.

El 8 de octubre de 1998 el escritor portugués estaba en el aeropuerto de Frankfurt -luego de haber participado de la feria del libro de la ciudad alemana- esperando un vuelo que se retrasó. Unos segundos antes de embarcar recibió un mensaje de su editor: “No embarques. Tienes el Nobel”. Así lo supo.

La Academia Sueca argumentó su decisión afirmando que Saramago se adjudicaba el Nobel de Literatura “por haber vuelto tangible una realidad fugitiva gracias a sus parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía”.

Ante la Academia Sueca, el letrado Kjell Espmark señaló que el autor portugués “ha creado un cosmos que no pretende ser una imagen coherente del universo”. Mientras en su discurso el autor portugués vestido de frac dijo: “El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir”, aseguró recordando a Jerónimo, su abuelo campesino y analfabeto.

Aunque también el escéptico de Saramago dijo en su momento que es mentira “que el Nobel sirva para fomentar la literatura del país al que pertenece el galardonado. Para lo único que vale es para engrosar la cuenta corriente del autor”.

Ese año, 1998, se cumplieron 50 años de la firma de la Declaración de los Derechos Humanos, cuestión que Saramago hizo pública en cada entrevista que dio.

Afirmaciones como: “Las injusticias se multiplican, las desigualdades se agravan, la ignorancia crece, la miseria se expande. La misma esquizofrénica humanidad, capaz de enviar instrumentos a un planeta para estudiar la composición de sus rocas, asiste indiferente a la muerte de millones de personas a causa del hambre. Se llega más fácilmente a Marte que a nuestro propio semejante”.

Y mientras pateaba la perra a nivel planetario, la crítica más dura a Saramago provino del Vaticano. El diario L´Osservatore Romano cuestionó por segundo año consecutivo la decisión de la Academia Sueca, al señalar que la elección del autor portugués es “otro reconocimiento más orientado ideológicamente”.

Agregó que Saramago es un “comunista de la vieja escuela” y que en sus obras “Memorial del convento” y “El Evangelio según Jesucristo” expresan su actitud anticlerical y antirreligiosa. El año anterior, la Santa Sede había criticado la distinción a Darío Fo (Nobel 1997), porque en sus obras satiriza a la Iglesia Católica.

La respuesta de Saramago no se hizo esperar. “En lugar de andar opinando sobre literatura -replicó con dureza-, materia sobre la que no entiende, la Santa Sede debería preocuparse por los esqueletos que tiene guardados en sus armarios”.

CEGUERAS

“Los que alguna vez lo invitamos a Chiapas, a los campamentos del Tinduf, a La Araucanía, a cualquier territorio (…) donde se precisara, no un mensajito esperanzador carente de médula, sino un discurso fuerte sobre los derechos humanos, la justicia y la dignidad de los pobres, sabíamos que lo más probable es que aceptara”, escribió el viernes Luis Sepúlveda en Le Monde Diplomatique.

“Nos quedamos con ese hilo que fue su escritura y que nos permite soñar con un mundo mejor”, dijo el ex Presidente Ricardo Lagos a Radio Cooperativa.

“Hoy el día se ha vuelto más necio y ciego”, declaró el cineasta Fernando Meirelles (“Ciudad de Dios”), el mismo que llevó al cine el “Ensayo sobre la ceguera” de Saramago, bajo el título “Ceguera” (2008), una película horrible, con la peor campaña publicitaria alguna vez craneada por los creativos del flujo de caja: a la gente se les repartían gafas tapadas, cosa que no pudieran ver nada. Meirelles y Pedro Almodóvar son los productores de “José y Pilar (unión ibérica)”, un documental que se estrenará a finales de julio, sobre los últimos días del escritor y su mujer en Lanzarote.

Saramago estaba lúcido, siempre listo al ataque frontal, aunque siempre exhibiendo cierta fragilidad que legó a los personajes de sus libros. Una característica advertida por el crítico de The New Yorker, James Wood, quien describió su escritura desde la habilidad única de sonar “sabio e ignorante a la vez”, como si sus ficciones fueran contadas “no por un autor, si no, digamos, por un grupo de hombres sabios y quizás un poco charlatanes, sentados en el puerto de Lisboa, todos fumando, uno de los cuales es un escritor.

Esta comunidad le tiene mucho cariño a las obviedades, a los proverbios, a los clichés”. La eminencia de la crítica literaria, Harold Bloom, lo agasajó en la despedida: “Fue equivalente a Philip Roth, Günther Grass, Thomas Pynchon y Don DeLillo. Su genio era remarcablemente versátil, era un gran cómico y un escritor de impactante ternura y sombría intensidad”.

Se va Saramago, entonces, con la certeza de que reventó su voz hasta la disfonía para repetir su cita favorita, extraída de “La sagrada familia”, de Karl Marx: “Si el hombre es formado por las circunstancias, entonces es necesario formar las circunstancias humanamente”.

Palabras que podrían rastrearse en las declaraciones que ofreció al diario español El País con motivo del lanzamiento de su último libro, “Caín” (2009): “No pretendo que el lector crea haber visto la luz después de leer el libro. Sólo propongo que piense en sus propias creencias y qué espera de ellas. ¿La vida eterna? ¿La condena al infierno?”.

En conclusión: si al otro lado no hay Dios, probablemente exista un cartel que diga: “Hay vacantes”. Y algunas voces están a la altura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

FINALMENTE CONDENARON A LA PALOMA POR CALUMNIAS E INJURIAS GRAVES, ESO SUMADO A QUE LOS JUECES POR UNANIMIDAD DEMOSTRARON QUE RODRIGO BELTRAN ERA INOCENTE Y QUE NUNCA HABÍA EXISTIDO NINGUN DELITO, DEJA EN CLARO QUE ELLA SIEMPRE MINTIÓ Y QUE ES UNA DELINCUENTE. MERECIDO LO TIENE. ¡AHORA DEBERÍAN PAGAR SUS COMPLICES!